sábado, 16 de mayo de 2015

Gastronomía y ciencia

Nuestro interés culinario no está para nada reñido con nuestro interés científico. Si ya dedicamos una entrada en el pasado a los entrañables bichos navideños, queremos aprovechar la ocasión para dedicar esta entrada gastronomo-científica a un ejemplar de bicho realmente interesante: la dorada a la sal. Dos retos se planteaban: preparar este plato por primera vez; y documentarnos acerca de este pescadillo del orden Perciformes, familia Sparidae y por tanto pariente cercano de los sargos y los besugos. La dorada (Sparus aurata), debe su nombre a la presencia de una franja dorada en la parte superior de los ojos.
Son peces omnívoros dotados de unas buenas filas de dientes.
Dos ejemplares de 900 g. cada uno, fueron pescados en la pescadería para proceder con la primera parte del ensayo gastronomo-científico de esta entrada.
En una bandeja, sobre un lecho de sal gorda, fueron perfectamente ubicados mientras se procedía a calentar el horno. Mientras tanto, nuestro pez gato permanecía agazapado bajo su amiga, una manta de plástico con la que hace buenas migas, no sabemos si atemorizado por los dientes y el tamaño de su pariente lejano o por nuestras posibles aviesas intenciones de depararle un final parecido.
Tras cubrir a las doradas de sal, de ahí el más que probable nombre de doradas a la sal, se introducen en el horno donde según he podido informarme en páginas especializadas la regla es 20 minutos por kilo de pescado.
Mientras el pescado se va haciendo lentamente, se procede a freír cebolla, pimiento verde y rojo, que formarán parte del aliño que acompañará al plato, junto con patatas.

Más que nada es por estar entretenidos mientras el horno va realizando su función. Como en este caso el factor tiempo juega a nuestro favor, mientras la dorada se va haciendo, vamos a dedicarnos a la parte científica de la entrada. Documentándonos acerca de Sparus aurata, nos enteramos de algo que no sabíamos: se trata de una especie hermafrodita protándrica (¡vaya palabro!) y en el caso de la dorada, nacen todos machos hasta aproximadamente los dos años para, a partir del tercero, transformarse en hembras, aproximadamente cuando alcanzan sobre los 600 g. de peso. Reconozco que lo del hermafroditismo protándrico despertó mi curiosidad. Investigando un poco encontramos una interesante página donde nos lo explica. Básicamente el hermafroditismo puede ser sincrónico o secuencial, dependiendo de que los dos sexos se presenten activos a la vez o primero se dé uno y luego el otro. El sincrónico es raro entre los peces, pero no así el secuencial que puede ser a su vez protógino o protándrico, dependiendo de qué sexo esté activo en primer lugar. Los protóginos son primero hembras y luego se transforman en machos, sucediendo lo contrario en los protándricos como es el caso de nuestra dorada o una de las especies más típicas en las que se ha estudiado este fenómeno, el pez payaso, nombre genérico con el que se designan unas cuantas especies recogidas en dos géneros, el más característico Amphiprion.
Seguríamos con este apasionante tema de no ser porque nuestras doradas ya se han horneado y están listas para ser rescatadas de la sal en la que se han cocinado.
Tras lo cual, solo queda disfrutar de este delicioso manjar que, de paso, ha servido para satisfacer nuestra curiosidad científica.
Bon appétit!

sábado, 2 de mayo de 2015

Apiterapia

Mi padre contaba como en una ocasión la picadura de una abeja en su mano le curó el dolor y la inflamación que tenía en esta desde hacía algún tiempo. Él intentó conseguir documentación sobre el efecto antiinflamatorio del veneno de la abeja con escasos resultados, pero yo me quedé con la copla. Recientemente, a raíz del testimonio de algunas personas y de haber podido presenciar una sesión de apiterapia con abejas vivas, hemos querido indagar en el tema.
El veneno de la abeja (apitoxina) está formado por al menos 18 componentes con variadas propiedades farmacológicas. A nivel experimental, existe amplia documentación tanto in vitro como in vivo de los efectos antiinflamatorios y citotóxicos de los diferentes componentes de la apitoxina, el principal, la melitina que representa el 50% de todos ellos.

(Tomado de Son et al., Pharmacology & Therapeutics 115 (2007) 246-270)

La obrera de la abeja europea (Apis mellifera), presenta una modificación de su órgano ovopositor que le sirve para inocular veneno para defenderse ella o a su colmena. El aguijón de las abejas es aserrado y ello provoca que al retirarlo, después de picar, las glándulas secretoras del veneno junto con parte de sus intestinos se desprendan de la abeja, lo que conlleva su muerte.
La apitoxina ha sido objeto de estudio en artritis, dolores articulares y diferentes tumores por el efecto citotóxico de la melitina. En 1979, McDonald et al., en un estudio retrospectivo, comprobó que la incidencia de muerte por cáncer en apicultores era significativamente menor que en la población general, en concreto por cáncer de pulmón.
Lee et al., recientemente han realizado una revisión sistemática de la literatura científica sobre el tratamiento con veneno de abeja en la artritis reumatoide (BMJ Open 2014; 4:e006140) encontrando un total de 304 potencialmente relevantes estudios. El problema es que, de todos ellos, solo existe un ensayo clínico aleatorizado controlado doble ciego con una muestra relativamente pequeña (37/32) para dar una fuerte evidencia científica. Pero que la evidencia no se ajuste al rigor científico de los estudios controlados, doble ciego y demás, no resta valor a las observaciones acumuladas de mejoría sintomática del dolor de los procesos inflamatorios que relatan muchos pacientes tras el tratamiento con apitoxina, bien sea purificada o directamente suministrada por la aplicación de una abeja viva.


La sujeción de la abeja por medio de unas pinzas provoca que la abeja se sienta lo suficientemente amenazada como para clavar su aguijón.


En una picadura, una abeja inocula aproximadamente 0,1 mg. de veneno el cual puede rebosar si la picadura no es lo suficientemente profunda, como es el caso de la foto superior.


Posteriormente, hay que proceder a retirar el aguijón con las mismas pinzas que han sujetado a la abeja.
El tratamiento consiste en sesiones semanales con 4 a 6 abejas por sesión dependiendo de la intensidad de los síntomas y la tolerancia del individuo.
Nota 1: Este tratamiento resulta letal para la abeja.
Nota 2: Este tratamiento está absolutamente contraindicado en personas alérgicas al veneno de la abeja.