viernes, 12 de septiembre de 2008

El caracol cojo

Esta primavera pasada, mi hija pequeña llegó a casa un día con una amiga. Ambas estaban muy preocupadas. Habían atropellado "sin querer" a un caracol con la bici.



Parte de la concha del caracol presentaba una avería importante. Me le traían para que yo le curara. La verdad es que no daba yo gran cosa por aquél ejemplar.
Han pasado los meses y, a base de lechuga y humedad, el caracol sobrevive al percance sufrido.



Es más que probable que, de haber dejado seguir a la Naturaleza su curso, este caracol no habría sido capaz de sobrevivir dado el gran número de depredadores que tiene esta especie y la penosa situación en que quedó tras el atropello. Nuestra interferencia en el curso natural de las cosas es sólo el intento de enmendar un daño que hemos producido nosotros mismos.

1 comentario:

Manuel, esbama dijo...

Los caracoles me gustan mucho*, en Valencia existen varias especies comestibles y no comestibles y abundan en parques, jardines y en el monte.

Lo que me llamó la atención el otro día fué una Mantis religiosa, que yo pensaba que eran todas verdes. Ésta, tenía un color dorado apagado algo "eléctrico". La cuestión es que estaba en un árbol. La cogí y la observé. Menudo bicho.

Después de la "relación", la dejé en su árbol y continué mi paseo, pensando precisamente en la relación que tenemos con el medio en general, en qué manera afectamos a los seres vivos y las cosas.

Al retroceder observé que la tía seguía en su árbol toda puesta dando pequeñas pulsaciones como si tubiese un baile extraño metdo en el cuerpo.

*Nota: Mi suegra los hace con tomate y chorizo, y mi madre los hacía a la valenciana, con verdurita y algo picantes. ¡Qué buenos!