Uno de ellos era especialmente simpático. Cuando le acercaba el dedo índice se erguía sobre sus patas y levantaba sus pinzas como impulsado por un resorte, incluso seguía mis movimientos laterales con el dedo. Me estaba empezando a ilusionar con el descubrimiento de una nueva afición, domador de cangrejos, cuando el simpático bicho, inapetente, decidió pasar a mejor vida. Poco después, el otro cangrejo se sumó al mismo destino que el anterior.
Resulta evidente que el cangrejo de río no parece ser un efectivo animal de compañía. Lo que me llama la atención es su inapetencia. Procedentes de granjas para su comercialización, nos preguntamos si les administran algo para que dejen de comer y, de esa manera, llegar al consumidor un tanto purgados.
El cangrejo de río que se consume en nuestro país es el llamado cangrejo americano (Procambarus clarkii). Su introducción hace tiempo en nuestros ríos desplazó a nuestro cangrejo autóctono, Austropotamobius pallipes lusitanicus, una subespecie del cangrejo de río europeo (Austropotamobius pallipes), que actualmente se encuentra en peligro de extinción amenazado por afanomicosis, una infección fúngica producida por el hongo Aphanomyces astaci al cual el cangrejo americano es inmune y portador del mismo.
Y para qué queríamos hacer del cangrejo un animal de compañía, os preguntaréis. Recientes observaciones sugieren que Procambarus clarkii podría reproducirse además por partenogénesis, y era algo que queríamos explorar.
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